miércoles, 29 de febrero de 2012

Viaje en el tiempo 2 (V): De El Pueblu a L.larón


La Danza de L.larón (Foto: Inés Rodríguez)
Pasadas unas horas, y para proseguir el viaje, subo a otro autocar en el que hay de todo, verbigracia: guardia civil, mujeres con pañuelos floreados y ceñidos a su cabeza, una joven con unos pendientes que desde el primer momento despertaron mi atención, un borrachín -resultó tocayo mío- de boca alegre y ojos ratoniles, un chófer que está aprendiendo a conducir -y es el que nos lleva más o menos aconsejado por el titular-, un muchacho con un acordeón que, quizás porque nadie se lo solicita se pone a tocar, bueno, eso de tocar... Cada vez que este aprendiz de músico encoge o estira el fuelle del instrumento, se desprenden suicidas las notas chillonas y despèdazadas; de su música sólo se sabe la canción que desea tocar, cuando la canta, pero así y todo no existe concordancia entre música y voz. Viajan también mujeres que, según ellas -no lo adivinaríamos nosotros- habían estado en Buenos Aires; y un hombre, vecino del pueblo de La Viliella, que testarudo y testarudo se empeñó en contarme sus cuitas, a cambio, eso sí, de contarle yo -me las exigió subrepticiamente- las mías.

Hasta hace algún tiempo la carretera por donde avanza el autocar llegaba solamente a la Fuente del Rañadoiro, puerto frío e inhóspito, pero ahora ya continúa por este trayecto hasta Degaña, pueblo al que antes había que llegar dando un rodeo por Villablino, en la provincia de León, aunque para quienes quisieran caminar, había senderos que suplían la carretera ahora construída. El autocar sube renqueante el puerto de Rañadoiro; por la ventanilla entra un aire fresco y cortanta, propio de la altitud; a derecha e izquierda se ve una rala vegetación. Durante la ascensión prosigue la desbordante y resquebrajada música del acordeonista, el cual cuenta ahora con la colaboración de otros mozos amigos de la jarana, por lo que dan voces -creen que cantan- y alborotan hasta sentirse totalmente protagonistas.

Una vez el autocar en lo más alto, hay relevo de chóferes. Como viene un pronunciado descenso, se pone ante el volante el conductor titular, pues la Empresa debe considerar que nuestras vidas exigen ciertos conocimientos en la labor de conducir y entonces no debe exponerlas ante la posible ineptitud del principiante. En este momento puede tener validez el cantar alusivo a tal zona:

Viva Cangas, viva Cangas
y todo el río de Rengos,   
en pasando el Rañadoiro
lo pintamos los cabreiros

Advirtiendo que llaman cabreiros a los naturales de Larón y La Viliella.
El país cabreiru

Hay un cambio total de panorama. Vemos muy abajo los dos pueblos citados. El descenso es agudo y preocupante. Densa paz se presagia en los hundidos poblados que bostezan dentro del vago atardecer, como acogidos con temor a los declives de las mudas y no fructíferas montañas. El autobús hace una breve parada en Larón. Al joven que me había soltado la madeja de sus preocupaciones: la mili, un camión, la esposa, la tía..., le señalo unos hombres que hay en la carretera, indicándole mi intención de ir a charlar con ellos -mi ansia de preguntar-, pero él me hace la advertencia de que no son asturianos, y poco lograré; al parecer son forasteros para la construcción de una carretera cercana. No quiero irme sin haber intentado el diálogo en el pueblo, y con este motivo visitamos a un hombre bastante anciano que está con unos familiares; sorprendido en su humilde casa, nos acoge con una frialdad deprimente y una negativa rotunda en cuanto a conversar; el que me acompaña me dirá luego exculpatorio: “Es que no quiere; cuando está de gracia, cuenta y cuenta cosas sin cesar”.

Quedó Larón en paz bajo la zarpa del bronco Rañadoiro imponiendo la antigua y ya superada dificultad de su paso; dos arroyuelos, el Rufaro y el Campetinos, siluetean el pueblo; algunas alturas acoquinan; el pueblo de Larón, titular de una danza asturiana que sirve de mensaje regional. Dicen en otros lugares: “Si van las nubes a Larón, lloverá o non”.

(Texto  perteneciente a la segunda parte de "Ruta: Sudoeste de Asturias", de Luciano Castañón -RIDEA, 1965-. Y continuará próximamente... aquí).

jueves, 23 de febrero de 2012

Viaje en el tiempo 2 (IV): De Cangas a El Pueblu

Llega la hora -más o menos- y partimos siguiendo -contra corriente- el ton y el son del río Narcea -afluente del Nalón-. Enseguida empezamos a cruzar pueblos oscuros y aparentemente tristes en su desapercibida existencia; algunos, al borde de la carretera, otros ligeramente apartados: Regla de Perandones, Cibuyo, Sestorraso, hasta llegar a Ventanueva, donde la carretera se bifurca: por la derecha se sigue a Ibias, por la izquierda, hacia Degaña. Antes de llegar a Ventanueva, brilla y aprieta el sol en algunos momentos, cayendo tesonero sobre las solitarias heredades verdes que se extienden a ambos lados de la carretera. Como siempre, en los pueblos hay personas que esperan al autocar, ya para subirse a él, ya porque viene algún familiar, ya simplemente, por entretenerse con las caras que se asoman a las ventanillas. Se ven también, de vez en cuando, en alguna casa, las labores de trilla del centeno; no hay tregua en tales labores, que se han de hacer perentoriamente aprovechando el tiempo benigno -pero tan tornadizo en tales lugares-.

Valle de Rengos desde El Rañadoiru
Pasada Ventanueva -una Venta, dos casas apenas- enfilamos por la izquierda la carretera hasta El Pueblo, pueblo éste llamado comúnmente Rengos, pero que tiene oficialmente aquel otro nombre, ya que existen también -discriminatoriamente- Posada de Rengos y Vega de Rengos. Lo primero que veo en El Pueblo de Rengos son varios mineros en traje y color de faena; todos ellos llevan su lámpara, su bota de vino y su cayado; sorprende encontrarse tan al sur de Asturias estas caras negras, cuando es creencia común la de que la Asturias minera se limita a los valles del Nalón y del Caudal, -recordemos también las minas de Tineo, Cabranes, Teverga y otros concejos-. Hay en la carretera una indicación: “Al Monasterio de Hermo”; y se ve también un camino que conduce hasta Gedrez.
Abandono el autocar. En medio de unas casas y entre aquella aquella gente desconocida, veo a unos niños jugando a los bolos; me acerco a ellos, tras pasar un reguero, por si fuera el juego idéntico al que algún tiempo antes había visto jugar a otros niños en Santa María del Puerto (Somiedo); no es igual, pero tampoco es el habitual de los otros pueblos de Asturias; al parecer este también lo practican los adultos; consta de dieciseis trocitos cilíndricos de madera, y con una bola han de intentar derribar el mayor número posible de ellos, pero al mismo tiempo procurar que salgan desplazados lejos los mencionados trozos -más allá de dos señales que hay-, y también la bola ha de pasar esas señales, pues si no, “quema”, y la jugada que se haya hecho, por tal circunstancia, no valdrá ningún tanto.
Noto que los “pegollos” -columnas- de los hórreos tienen aquí cierta particularidad; no son los comunmente piramidales que se ven en el resto de Asturias, sino, además de cortos, redondos y estevados, y no de madera.

[El cronista entra en la taberna, donde entabla conversación con el tabernero].

El Pueblo de Rengos celebra su fiesta en Septiembre. Cada cinco o seis años celebran una típica danza, danza a la que se le viene dando -dicen los vecinos que no con entera justicia- el nombre de “Danza de Larón”. Cierto es que en este último pueblo también se baila; pero no tiene por qué llevar la danza en exclusiva ese nombre. Este año, en El Pueblo, quieren hacer la danza, y la bailarán doce hombres vestidos de blanco, con sombrero adornado con cintas de colores.

Entran en la taberna un padre y un hijo, andan pidiendo por los pueblos, y llevan consigo, como reclamo, dos raposos -rellenos de hierba- que dicen mataron un día antes. Se gastan bromas sobre la veracidad de la caza, la malignidad de las alimañas y la avaricia de algunos vecinos recompensando con una miseria la efectiva labor de los cazadores...
El río Narcea pasa joven por allí. El atardecer va apagando los tonos de las laderas esquinándose curvamente en recodos con caminos que los sesgan.

(Texto  perteneciente a la segunda parte de "Ruta: Sudoeste de Asturias", de Luciano Castañón -RIDEA, 1965-)

domingo, 19 de febrero de 2012

Una reina, dous reis, cuatru ases,...

Que nun piense naide, al ver la fotu de cabecera, que tóu dexándome arrastrar agora pol viciu del xuegu, más que nada porque entovía nun lu dexéi. Tou tien desplicación. Nos últimos tiempos, esti blogue ta más veces por fuera del País Cabreiru que falando d'él. Peru hai ocasiones nas que merez la pena nun atase a las l.lindes xeográficas, y ésta yía una de las que tán nesa categoría, por dereitu propiu.

Nun tengo la menor duda de que, si tuviera que nomar a los reis de las escursiones pola zona del Suroucidente d'Asturias, el Noroeste l.lionés ya una parte del este lucense, éstos serían Julio Álvarez Rubio (autor del blogue Noroeste leonés, con muitas ya escelentes fotos de L.laciana ya Babia) ya Alberto Álvarez Ruiz. Peru estu taría incompletu si nun tuvieran acompañaos d'una reina, María del Roxo (Ibias: El Lejano Oeste). Cada unu d'el.los, al sou xeitu, mediante blogues ya l.libros pa esfrute de los que nun tamos pol l.labor d'andar ya cansar, dannos a conocer el patrimoniu (natural, etnográficu, l.lingüísticu, artísticu...) de la nuesa zona galaicoasturl.lionesa, ya ofrécennos tamién una bona sida pa yir a conocer esos l.lugares personalmente.

Esta vez, tocóu-l.ly'l turnu al conceichu d'Ayande, que no 2011 sufrióu una de las piores catástrofes medioambientales que se recuerdan, conos incendios del mes d'outubre. La guía que ta recién editada, Allande. Guía completa yía un bon homenaxe a tou'l sou patrimoniu ya tien de ser un estímulu pa conservar el que resistióu ya recuperar el queimáu, ya ta a la venta, polo menos, en La Tienda Verde (Madrid), na l.librería Cervantes (Uviéu) ya na l.lbrería Proteo (Málaga).

Esti (pol momentu...) últimu trabachu completa un póquer de ases indispensable pa que esta parte de Lugo, L.lión ya Asturias nun sía sólu un nome nos mapas, xunto a Ibias, guía completa, Alto Sil. 40 rutas a pie (Volumen 1) ya Ancares en coche y a pie. Peru nun taría bien olvidar los dous comodines: Mapa de Muniellos y Mapa del Alto Sil, tous el.los editaos por Calecha Ediciones.


 Muitas felicidades, ya muitas gracias, a los autores ya a Calecha por descubrinos lo nueso, aquel.lo que ta ahí, que nun vemos, que nun-l.ly damos la importancia que tien ya que yía la mayor achalga de la nuesa tierra. Ya que sigan asina por muitu tiempu.

lunes, 13 de febrero de 2012

Viaje en el tiempo 2 (III): Esperando el autocar

Capilla y barrio de Ambasauguas (Foto: Carlos Tornadijo)
Advierto que transcurre la mañana tontamente, y que la pierdo, pues en este pueblo no hago nada, sólo retrasar el tiempo en mi proyectado itinerario. Alguien me insinúa que "pare" camiones; es el consabido auto-stop, pero yo, repleto de complejos hasta los codos, no me decido. Son camiones que están en continuo hormigueo -es la palabra exacta- hasta las minas de carbón que hay en Rengos.
Pasó ya la mañana. No llueve ni hace sol. La gente camina por las calles húmedas y en alguna plazuela hay campesinos ofreciendo frutos, hortalizas, granos; es el consabido mercado callejero junto a tiendas sacando sus mercancías hasta las aceras. Me acerco a la capilla de Ambasaguas -se juntan allí dos corrientes de agua y de ahí el nombre- porque me habían indicado que era antigua; no pude entrar, y exteriormente no me es posible apreciar en ella nada de interés.

Resulta raro por variopinta esta Cangas del Narcea en que me encuentro. Veréis, hay escudos antañones, vetustas paredes y tejados de pizarra con moho o musgo en abundancia, pero hay también cafés, cafeterías y droguerías, voceando el último grito de los mosaicos, de los hierros, de los colorines, en fin, de la decoración más "novedosa". Al lado de casas viejísimas -con sus peculiares corredores y todo- hay casas modernas en su concepción exterior. Se aprecia en la arquitectura general del pueblo cierto desajuste o desquilibrio; nosotros hubiéramos preferido que estas dos versiones urbanas tuvieran su propia vida en zonas independientes. Noto que algunos comercios de Cangas conservan su tufillo americanista.

Para entrar en el bar hay que bajar unos escalones; su dueño es parlanchín y me da la impresión de que también anduvo por las Américas; de vez en cuando atiende a algún parroquiano -campesino o trabajador- que pide un vaso de vino y con el que siempre, de manera inexcusable- cruza alguna frase: “¿Arreglaste el molino?” “Vendiste la vaca?” “Estuvo ayer aquí tu primo Celedonio”; y así sucesivamente

Podemos anotar algún refrán más de los que se dicen en este concejo, por ejemplo: “Encarnao pa Burón, sol a trompón, por la tarde sí, de mañana non”; “Cuando el picu Monrrodio se cubre de niebla, ta el tiempu de vuelta”, siendo Monrrodio un monte cercano a Escrita, parroquia de Coto; este otro que alude a varios pueblos: “Pandiello y Folguerúa, Sestorraso y La Pescal, son cuatro pueblinos que no comen pan ni sal”; y: “Si vas a Besullo, lleva mendrugo”, queriendo decir que allí no encontrarás quien te lo dé.

Iníciase, pues, la tarde sin el estorbo de nubes, tarde descotada, con limpia y frescachona claridad. Por aproximarse la hora de salida de algunos coches, comienzan a merodear los viajeros por delante del bar - un espacio irregular con algunos raquíticos  y esparcidos árboles sin ningún orden-; en un portal está el hombre que vende los billetes, lo que hace con desgana, nacida, parece que de vagancia.

Llegan dos autocares y cada viajero ha de cerciorarse de cual es el que le corresponde; los autocares son viejos, están derrengados, y quizás por ello los chóferes examinan los sospechosos motores antes de ponerlos en marcha. Ocupo mi lugar; no hay mucho apuro, pero tampoco escasez tal de viajeros que permita la elección del asiento; abundan las mujeres con sus sacas y bolsas rebosantes de mercancías tan valiosas para ellas.

(Texto  perteneciente a la segunda parte de "Ruta: Sudoeste de Asturias", de Luciano Castañón -RIDEA, 1965-)

lunes, 6 de febrero de 2012

Viaje en el tiempo 2 (II): Llegada y estancia nocturna en Cangas


La villa de Cangas del Narcea (Foto: Pañeda, blog ASTURIAS.AS)
Es ya de noche cuando llego a Cangas de Narcea: por eso, intranquilamente, lo primero que intento es asesorarme para continuar el viaje al día siguiente, hacia Degaña. Al consultar encuentro -inexplicablemente- contradicciones en los horarios que me dicen, pero lo más probable -y para mi mal- es que hasta la tarde del día siguiente no podré disponer de coche de línea que me conduzca hasta mi primera etapa.

Incitado por la ociosidad noctívaga charlo con el sereno -¡mira tú que si estando en Cangas fuese madrileño!- relleno de carnes y tranquilo de talante; procuro sonsacarle detalles del pueblo; que si esto, que si lo otro, que si lo de más allá, ya se sabe o supone: era una conversación con un sereno. Hablando y hablando surge el tema de quienes escriben, quienes son los que pueden saber detalles curiosos referidos al pueblo, etc. entonces me cita un nombre, por el hecho -según él- de que tal cangués colabora en el portfolio de las fiestas locales, y seguidamente, con amabilidad -¿o por aburrimiento?- me acompaña hasta el café donde aquél suele parar.

[Una vez en el café, ambos forman tertulia con otros parroquianos del local, que transcurre entre historias y refranes del concejo, como los que siguen]:

 "La primera fiesta que Dios nos envía, ye la de San Tirso nel río de Luina"; En Santo Antón de Xineiru entra el sol en toos los regueiros, menos en el de Rocabo, que non entra en to l'año". Rocabo es un reguero próximo a Cangas; "El vino por San Andrés, viejo es", y en el pueblo de Mieldes puntualizan más: "En chegando San Andrés, el vinu nuevo di Cangas añejo es"; como se sabe, en Cangas se cultivan viñedos.

Entre los pueblos más heráldicos de Asturias, figuran sin duda Tineo y Cangas del Narcea; menos mal que los escudos están en las paredes de las casas, pues si estuvieran en las aceras o en las calles, quedaría obstruido el paso de peatones y vehículos. Una de las muchas familias que tienen escudo en Cangas es la de Sierra Pambley; su lema dice:

Este pino, pino albar    
   y esta cerda con su grey,
son las armas y el solar
de la casa de Pambley.

Alude ello a cierta guerra y el consiguiente cerco; el casual hallazgo que hizo un Pambley de una cerda con su “grey”, sirvió para saber por donde se podía penetrar y combatir así a los cercados. Como se puede ver, lo genealógico tiene a veces orígenes desconcertantes por imprevistos a se les imputan.

A diecisiete kilómetros de Cangas está Besullo, pueblo popular por habitar en él, pese a ser tan reducido, varias familias protestantes; al parecer éstas van siendo ya escasas, pero escasas eran también en 1925, cuando solamente existían allí cuatro de tales familias, pudiendo considerarse arraigado el protestantismo en dicho pueblo desde 1870 aproximadamente.

De vez en cuando el dueño del bar en que estamos da un paseo por las proximidades de nuestra mesa. El bar tiene excesiva luz, quizás para que vean bien unos jugadores de damas, más embebidos en su juego que en la bebida -inexistentes sobre su velador-. Quiere llegar la media noche; eso dice el ambiente del bar desangelado, sin el calor humano que proporciona el runruneo de conversaciones.

Una de las posibilidades para que al día siguiente pueda desplazarme pronto desde Cangas a Degaña, es madrugar y subir a un camión que transporta mineros, aunque sólo me llevaría hasta Rengos, pueblo a mitad de camino. Cuando cuento que deseo ir desde Degaña a Ibias caminando, los que me acompañan se arman un pequeño lío al decidir si eso es posible o no.

Sin justificación ninguna, no doy el madrugón imprescindible o exigible para la problemática marcha. Se prolonga pues mi estancia en Cangas, no premeditada. Camino por el pueblo al tún-tún. Estando en un bar, comienza a llover, no a llover, sino a diluviar como si nunca lo hubiera hecho. Tras los cristales siento el apagado gozo de ver las estrellas explosivas, el suelo neblinoso con los rebrotes del agua; agua y agua con inaudita violencia sobre la carretera, los tejados, un depósito de agua -¡qué paradoja!- allá lejos sobre un montículo apenas visible; y algún chófer que entra blasfemando y la panadera que entra “pingando”, aunque aparece pronto su marido con un paraguas prehistórico; -por el diálogo, por la hechura y compostura del hombre, se ve que la mujer es la que trabaja en casa, el hombre, condescendiente, parece enfermo-.

(Texto perteneciente a la primera parte de "Ruta: Sudoeste de Asturias", de Luciano Castañón -RIDEA, 1965-)